La presente reflexión no es un artículo de divulgación sino una
invitación a reflexionar a partir de hechos y documentos. Se incluyen algunas
referencias históricas que se han reducido lo más posible tratando de no hacer
más largo el contenido. Algunos comentarios se añaden en notas al final del
documento para facilitar la lectura.
El tema del perdón
no sólo es religioso ni es exclusivamente cristiano, al igual que el tema de la
justicia. Ambos aspectos pertenecen a la constitución social del ser humano. Y
aunque el cristianismo otorga un “plus” tanto al perdón como a la justicia,
ambos vinculados a la vivencia de la caridad al prójimo,
antes de tratarse de un tema cristiano, el perdón y la justicia son asuntos
sociales y humanos.
En este sentido la
dinámica de reconciliación que han tenido que recorrer algunos grupos humanos y
países puede iluminar la problemática que padecen grupos eclesiales que no
terminan de superar ciertas heridas. En concreto nos referimos al proceso
democrático vivido por Sudáfrica o por El Salvador y en otro sentido por Chile.
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Superiores Mayores con sus secretarios
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No Future Without Forgiveness
Después de más de
40 años de un régimen de segregación racial en Sudáfrica, el llamado Apartheid, el país tuvo elecciones y
comenzó un proceso de construcción política, civil y social. El periodo de
racismo se había caracterizado por un sinnúmero de atropellos y crímenes contra
la dignidad humana no sólo por parte de la minoría de raza blanca, sino también por parte de quienes luchaban por su
dignidad y libertad.
Nelson Mandela,
el primer gobernante de raza negra buscó un gobierno de unidad y para ello
estableció una Comisión de Verdad y Reconciliación (Truth and Reconciliation Commission) que presidiría el clérigo
anglicano Desmond Tutu,
al igual que Mandela también premio Nobel de la Paz.
La comisión de
verdad y reconciliación tuvo un gran impacto en la pacificación del país y en
la percepción internacional de la madurez política de Sudáfrica. La convicción fue
que sin perdón no hay futuro y así lo plasmó en su libro, “No Future Without Forgiveness”, Desmond Tutu al escribir sobre la
comisión poco después de haber terminado su periodo en ella.
Como
su nombre lo indica, el eje fundamental de la comisión fue la verdad ya que
sólo a partir de ella fue y es posible
una verdadera reconciliación. La comisión dividió sus tareas en tres comités:
comité de investigación de la verdad sobre los abusos, comité de restauración
de la dignidad y de reparación y comité de amnistía.
La
comisión sudafricana buscó un ejercicio auténtico de justicia restaurativa a
partir del conocimiento de la verdad. Nelson Mandela, Desmond Tutu y demás
integrantes del gobierno y de la comisión estaban persuadidos de que la mera justicia
retributiva (donde sólo se busca castigar a los culpables por sus acciones), quizás
habría creado más ardor vengativo lo que finalmente habría conducido a una
espiral de violencia impidiendo la reconciliación del país.
Y
es que a diferencia de Sudáfrica, en Chile aún no terminan de cicatrizar las
heridas de la dictadura militar o del gobierno de Allende. Diversos grupos y
otros sectores de la sociedad siguen antagonizando con el recuerdo de las atrocidades.
Tanto
Sudáfrica como Chile gozan ya de un sistema de gobierno estable y democrático.
Pero hay una diferencia fundamental en la paz social de ambos. La diferencia ha
sido la búsqueda de la verdad. En Chile, Pinochet preparó la llegada de la
democracia a su país pero estableció límites específicos para impedir que
emergiese la verdad del pasado sobre muchos atropellos y crímenes, por tanto no
se dio ningún sentido de justicia a las víctimas que hasta el día de hoy
mantienen justificados resentimientos.
Para
ambos países la democracia fue un nuevo comienzo; Sudáfrica aprovechó el nuevo
inicio para mirar a su pasado y reconciliarse con él. En Chile se pensó que era
mejor ocultar los hechos dejando atrás el pasado pues recordar la violencia
provocaría nuevas hostilidades…, pero “el silenciamiento de la memoria no
consigue nunca borrar la huella de la violencia; tan sólo pospone el momento de
su purificación”.
Usar
el nuevo inicio como “borrón y cuenta nueva” no considera que la reconciliación
es mucho más que el simple fin de los abusos, pues la recuperación de las
personas y de los grupos sociales lleva tiempo. La reconciliación exige, ante
todo, respetar y reivindicar la dignidad humana de las víctimas.
Aunque
el deseo de “borrón y cuenta nueva” o el “pasar página” surjan de una buena
intención es algo imposible, pues el
ser humano no puede renunciar a su memoria. Y no sólo la memoria llega a ser
cultivo de frustración y victimismo sino también cada momento del presente en
el que se activa la sensibilidad de las heridas o se encuentra condicionado el
futuro por un pasado frustrado. Por ejemplo en el caso de víctimas sexuales de
la Congregación fundada por Maciel al no poder expresar una afectividad sin
condicionamientos o en el caso de quienes quedaron sin estudios profesionales
en cada oportunidad laboral negada por falta de documentos…
En
el caso de El Salvador en los acuerdos de paz que firmaron la guerrilla y el
gobierno, entre otras muchas medidas de carácter político se decidió el
establecimiento de una “Comisión de la Verdad” con la tarea de esclarecer con
prontitud la verdad de lo sucedido durante los años de la guerra y de la
represión.
La
aceptación de la verdad, permitió a la sociedad salvadoreña junto con los
cambios políticos iniciar una profunda transformación moral. El informe de la
comisión recoge estas afirmaciones: “Arrojar luz sobre la verdad es de esta
manera no sólo un componente, sino parte integrante del proceso de
reconciliación y reunificación de la sociedad salvadoreña. No puede haber
reconciliación sin el conocimiento público de la verdad. No olvidemos que la
catarsis, en su significado original en griego, contiene la idea de
purificación y se asocia con la renovación espiritual y la eliminación de las
tensiones”
La
mentira había sido parte de la doctrina oficial en la construcción del gobierno
salvadoreño durante la época de la guerra civil (1980-1992). Y es que en todo
régimen de injusticia la primera víctima es siempre la verdad; siempre, en todo
gobierno construido con mentiras hay un organismo de propaganda y edición de la
memoria. Es muy significativo que el Secretario General de las Naciones Unidas,
Butros Ghali citara el Evangelio en su informe sobre el proceso de paz
en El Salvador mencionando que la verdad dará la libertad una vez que el pasado
haya salido a la luz.
«Tantas heridas no podrán cerrarse
ignorándolas. Esas llagas deben descubrirse por más que apesten. Luego hay que
proceder a limpiarlas cuidadosamente para que cicatricen bien y nunca más
vuelvan a infectarse» decía el difunto obispo
de San Salvador, Óscar Romero. Forzar a olvidar el pasado es como cubrir una
herida esperando que no llegue a infectarse.
El
uso de la mentira como elemento de construcción institucional produce también
un daño social y una herida que debe ser sanada pues forma parte del atropello
a la dignidad humana. No se trata de sólo aquellas mentiras que algún político
demagogo emplea para favorecer su popularidad, son las narrativas
institucionales las que terminan dañando el tejido social. En este sentido el
modelo de reconciliación de El Salvador atendió también a la narrativa
mentirosa y no sólo a hechos concretos.
El
reconocimiento de la verdad necesariamente implica un sentido de justicia; esto
no tiene qué ver con ninguna creencia o sentimiento religioso. Sin querer
entrar en la teoría del derecho o la crítica o la epistemología bástenos
reconocer que la aceptación de la verdad implica la adecuación con la realidad
que necesariamente lleva a reconocer el deber ser.
Cuando
no se reconoce la verdad, se dispone la estructura o el grupo social para que
se cometan nuevos atropellos y ello también es una forma de injusticia.
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Papa Francisco no ha tenido una postura clara sobre "verdad legionaria"
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La verdad como punto
de partida
La
Comisión de Verdad y Reconciliación en Sudáfrica o la Comisión de Verdad en El Salvador
trabajaron sobre hechos cuya valoración es universalmente aceptada. La
ejecución, la tortura, el despojo, etc. son hechos que siempre y en todas las
circunstancias tienen la misma validez moral y son fácilmente
percibidos por toda persona con conciencia “sana”. Pero hay también muchos otros
atropellos, abusos y crímenes que no son fácilmente reconocibles y que también hieren
a la persona y su dignidad.
Un
ejemplo nítido puede ser al abuso sexual. Todo acto de estupro claramente constituye un
abuso y es así percibido por toda persona sana; pero ¿puede decirse lo mismo de
aquellos casos donde no hay coito? ¿Hasta dónde una caricia
puede constituir un abuso sexual? ¿y los besos? ¿y si sólo se trata de desnudo?
Puede
haber casos en los que el desnudo no afecte a la persona. Por ejemplo, en una
de las apostólicas de Brasil, el Prefecto de disciplina revisó los genitales de
los apostólicos. Formados en una línea, tenían que bajarse los pantalones y la
ropa interior y después de que el prefecto pasaba revisando, podían volver a
vestirse. Algunos apostólicos no vieron mayor trascendencia en ese acto que
podían haber asimilado como revisión de higiene; pero hubo quien resultó
sumamente afectado por aquel acto tan “bochornoso”. Si lográramos contactar a
todos esos adolescentes, ¿Quiénes referirían aquello como un abuso sexual?
¿pudo aquello afectar su desarrollo afectivo al grado de condicionar su vida
futura? ¿Este hecho puede considerarse un abuso sexual?
Para
evitar ambigüedades o diferencias de interpretación, es necesario establecer un
terreno donde todos entiendan lo mismo. A este propósito sirven las
definiciones y glosarios, como el que incluyeron los legionarios en su
documento
Conversión y Reparación del año 2020.
Según
la definición que los legionarios tomaron del glosario del Vaticano, el abuso
sexual de un menor es «el contacto o
interacción entre un menor y un adulto en el que el menor es usado para la
estimulación sexual del adulto.».
La
definición proporciona un marco de entendimiento cuando las partes involucradas
están de acuerdo en su contenido. Entre los legionarios y las Consagradas
(3GFs) ha habido abusos sexuales que no entrarían en la definición vaticana porque
la víctima no era un menor de edad; sin embargo había una relación de autoridad
entre abusador y víctima que podría equipararse proporcionalmente a la relación
entre un adulto y un menor. Esta diferencia proporcional implica ya un problema
de entendimiento en el “terreno común”.
Por
otro lado, siguiendo con el ejemplo del suceso en Brasil; en la “revisión” de
los genitales por parte del Prefecto de disciplina no puede establecerse
directamente un “uso” de los menores para la estimulación sexual y no puede
decirse si ese legionario usará los recuerdos para la auto-estimulación en otro
momento. Es decir, de acuerdo con la definición que los legionarios toman del
glosario vaticano, este suceso no constituye propiamente un abuso sexual, sino “una
triste experiencia de violación de límites”. Parafraseando las
respuestas que los legionarios dieron en el caso de Ashley, dirán que los hechos son
creíbles, pero que no pueden constituir un delito de abuso sexual (de acuerdo
con su definición).
De
entrada, el hecho en sí mismo constituye ya un abuso de autoridad pues ningún
Prefecto tiene facultades para ordenarle a un apostólico a bajarse los
pantalones. Pero además, en la mayoría de las legislaciones donde los
legionarios tienen presencia, actos de este tipo están tipificados en las leyes
penales. En el código penal federal de Brasil se establece como delito la
corrupción de menores (art. 218) el atentado contra el pudor (art.214) y la
práctica de actos libinidosos distintos de la cópula carnal (art.214). En
México el artículo 260 del código penal federal establece como abuso
sexual exhibir el cuerpo sin su consentimiento.
Es
decir, es necesario establecer en primer lugar un terreno común, un lenguaje
común para tener un entendimiento mutuo. El nivel moral de algunas personas
impedirá que vean como abuso lo que algunas legislaciones ya tipifican como
delito de abuso sexual; si estas personas forman parte de quienes toman
decisiones es incluso más importante que haya colegialidad, o mejor dicho una
comisión.
Una
definición genérica y abstracta sólo suscitará polémicas y en lugar de ser
parte del camino de reconciliación, incrementará la suspicacia y la animosidad.
La búsqueda de la verdad como parte del camino de reconciliación debe adecuar
lo más precisamente posible la definición a la realidad mientras la
conceptualización humana lo permita. Ya hay mucho camino recorrido en la
mayoría de las legislaciones, ¿por qué querer inventar definiciones genéricas?
Por
tanto, la primera tarea de un camino de reconciliación debe ser establecer qué
hechos constituyen un abuso y cuáles son sus agravantes. La misma definición de
los hechos será como un antiséptico que impedirá que se repitan nuevamente
muchos de estos abusos.
Hemos
usado el ejemplo del abuso sexual con un caso concreto en Brasil que no está
incluido en el informe de los legionarios a pesar de que la materia en cuestión
es delicada y grave; pero hay muchos otros hechos que hieren la dignidad humana
cuya materia no siempre es grave. Si hechos como frotar a un menor contra el
miembro erecto de un adulto o exhibir los genitales de menores son motivo de
desacuerdo (con los legionarios), cuánto más lo serán otros temas menos
nítidos.
¿Qué
es lo que constituye abuso de conciencia?, ¿cuándo podemos hablar de abuso
psicológico?, ¿qué elementos se podrían considerar para hablar de fraude por
ejemplo cuando se reclutó a jóvenes con la promesa de obtener títulos civiles
además de los eclesiásticos?, cuándo se retuvo a un joven en “prácticas
apostólicas” por más de 4, 5 y hasta 7 años y después se le “invitó” a salir,
¿puede hablarse de daño patrimonial? Retener a alguien contra su voluntad por
supuestos motivos médicos, ¿es privación de libertad?, etc.
Algunos
reclutadores vocacionales (ahora conocidos como promotores o responsables de
comunidad de discernimiento) usando la investidura sacerdotal llegaron a
amenazar a los padres de algún adolescente con la condenación eterna, con el
daño a su hijo o con la responsabilidad si su hijo llegara en el futuro a caer
en las drogas al no poder entrar en la apostólica. Estas amenazas constituyen
un abuso de conciencia y un abuso de poder.
Otros
reclutadores, con tal de incorporar jóvenes al “candidatado”, afirmaron que en la Congregación se obtenían títulos
civiles además de los eclesiásticos por si la persona llegara a salir. La
promesa en sí misma es un fraude y usando la investidura sacerdotal para
afirmarla constituye además un abuso de autoridad.
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Periodo de discernimiento llamado "candidatado"
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Además
de definiciones para hechos o conjunto de hechos concretos, es necesario
reconocer otra categoría de actos que igualmente dañan la dignidad de las
personas y son parte de un camino de reconciliación. Se trata de las acciones
institucionales.
En
el caso del abuso de autoridad, de poder, de conciencia o psicológico es
posible individuar uno o más legionarios (no necesariamente superiores) como
sujetos que, con mayor o menor conciencia, fueron “agentes de abuso”.
Por ejemplo en el caso de los religiosos que seguían en prácticas por tiempo
excesivo (más de 4 años), podría llegar a individuarse un número concreto de
personas que tomaron las decisiones de lo que fue un abuso. Se podría
argumentar que la decisión final era de Maciel; por ello, más que victimarios,
a estos legionarios que preparaban el material para que Maciel tomara
decisiones, se les podría llamar agentes de un abuso.
Al
final, sean abusos personales o grupales, sea el caso de agentes de abuso donde
la responsabilidad además de compartida queda en cierto modo disminuida por el
rol que desempeñaban y el papel de la obediencia, al final en todos estos casos
es posible reconducir el abuso a uno o más abusadores.
Sin
embargo, hay otros hechos que no son atribuibles a una persona o a un conjunto
concreto de personas, sino que implican a toda la institución.
Los
hechos “institucionales” más que una definición requieren un reconocimiento
sincero y veraz como parte del camino de reconciliación. Por ejemplo en 1983 el
Papa San Juan Pablo II aprobó el texto de las Constituciones, pero a los
religiosos les fue entregado otro texto. Once años después se proporcionó una
edición diversa ya con la corrección del texto de parte de la Santa Sede;
Marcial Maciel presentó la nueva edición con una carta firmada por Evaristo
Sada, en ese entonces Secretario General, en la que hacía referencia a un
“error del secretario”.
Durante
11 años se tuvo un texto con algunos números que no había aprobado el Papa.
Pero no se trató de un simple error pues cuando un obispo solicitaba las
Constituciones, se le entregaba una edición distinta de la de los religiosos;
es decir había conciencia y había dolo. Y aunque los números con “error” no
eran muchos ni eran trascendentes, el hecho de ocultar conscientemente el texto
aprobado implica un dolo.
Algo
semejante sucedió con los “Estatutos y Normas del Regnum Christi”. Esta vez se atribuye a Luis Garza Medina la
justificación hablando de un “error de imprenta”. El hecho es igualmente
doloso. El Papa aprobó un número concreto de estatutos, pero los legionarios
los mezclaron con las normas que había dictaminado Maciel. Técnicamente el
texto era correcto, se llamaba “estatutos y normas”, en el mismo volumen
estaban los estatutos aprobados por el Papa y las normas de Maciel. El problema
no está en el “texto” sino en la manera como se entregó a los miembros
(legionarios y tercer grado masculino y femenino) pues fue presentado como si
todo hubiese sido aprobado por el Papa.
Es
por ese motivo que tanto las Constituciones como los Estatutos antes de 2014
eran textos “secretos”. Había normas que indicaban que los Estatutos nunca
podían permanecer fuera del librero del superior por más de un día; es decir,
no podían ni siquiera conservarse por la noche; ni los Estatutos ni las
Constituciones podían salir de casa, etc.
Por
un lado el texto de las Constituciones a partir de 1983 es causa de invalidez
de las profesiones religiosas (hasta 1994) pues se trata de un fraude doloso;
por otro, constituye una afrenta para todos incluso los que habían profesado
antes de 1983. La institución mintió llanamente, no fue sólo Maciel o sus
secretarios; se trató de un acto “institucional”. En el caso de los Estatutos,
si bien se puede argumentar que el contenido que aprobó el Papa se presentó sin
alteraciones, tampoco se puede negar que se presentó normativa de Maciel como
si hubiese sido aprobada por el Papa, la institución mintió llanamente.
Estos
y otros actos tienen que formar parte de un camino de reconciliación. No se
trata de escarbar en el pasado para encontrar afrentas, sino de hacer la verdad
como parte de un camino de libertad.
Si
la institución no es capaz de admitir hechos tan claros como es el dolo en el
texto de las Constituciones, ¿cómo puede pensarse que hay sinceridad en su
deseo de reparación?
Es
decir, el punto de partida implica tanto el reconocimiento institucional de la verdad
respecto a determinados acontecimientos que dañaron la dignidad de las
personas, como la elaboración de un marco de referencia que permita establecer
un suelo común como base del diálogo.
El perdón
A
veces los sentimientos religiosos pueden enmascarar lo que debe ser primeramente
algo humano. Pero además, en ocasiones se usa la religión como escudo o
herramienta para evitar responsabilidades. Esto ocurre con el perdón humano.
El
perdón existe ante la imposibilidad humana de deshacer el pasado, según el
aforismo “palo dado ni Dios lo quita”.
La
disculpa no es perdón; la disculpa se
presenta ante accidentes o actos involuntarios; por ejemplo un pisotón en el
trasporte público. La persona agraviada al otorgar la disculpa reconoce que el
autor del acto no tenía la intención y por tanto de suyo no era culpable. En cambio el perdón hace
referencia a un culpable, a un agraviado y a un acto intencional.
La
petición de perdón necesariamente implica poner fin a intención con la que se
realizó la acción que causó daño. Por tanto, el perdón en sí mismo es un nuevo
comienzo. El perdón no sólo trata de dejar una experiencia negativa en el
pasado, sino que es un correctivo hacia el futuro; es decir, una forma de
comenzar de nuevo la relación interpersonal con el otro.
El
perdón implica un tú (el victimario que pide perdón), un yo (la víctima que otorga el perdón) y
un qué (la causa de la ofensa). En esta relación, el poder de perdonar
corresponde exclusivamente a la víctima; el victimario no puede atribuirse a sí
mismo el perdón con su sola petición. Tampoco un tercero puede otorgar el poder
de perdonar ni la capacidad de recibir el perdón. Aunque el perdón puede surgir
unilateralmente de parte de la víctima en un acto extraordinario donde, a pesar
de la indiferencia del victimario, ejerza el perdón; lo normal es que el perdón
inicie con el cese de la acción dañina y una petición de parte del victimario.
En
la relación tú-yo, victimario-víctima el qué necesariamente implica totalidad;
es decir, no resultaría sincera una petición en la que el victimario pida
perdón por la mitad de la ofensa, o por unos actos sí y por otros no. En esto,
la relación de verdad es fundamental pues la subjetividad sea de la víctima o
sea del victimario deben someterse a la objetividad de los hechos. Si la
víctima espera petición de perdón por unos hechos que el victimario no está
considerando, no se establecerá la relación bilateral que posibilita el nuevo
comienzo. Vale lo mismo para cuando el victimario considera sólo algunos hechos
en su petición de perdón.
Sólo
la verdad de un “terreno común” establece el acuerdo que hace posible el nuevo
comienzo entre el yo-víctima y el tú-victimario.
La
verdad del “terreno común” implica reconocimiento concreto de los hechos, pues
así como el yo es una persona concreta que ha sufrido la acción intencional de
un tú, los hechos no pueden diluirse en un genérico que no dice nada: “Te pido
perdón por algo” es lo mismo que decir “Te pido perdón por los abusos”. Las
generalidades no conducen a nada pues no establecen un qué para la relación
bilateral del nuevo comienzo.
La
víctima no está lista para el perdón, ni para la sanación cuando atribuye
agresiones que van más allá de los actos del victimario; en este caso no será
posible establecer un “terreno común” debido a que el daño en la víctima u
otros procesos personales le impiden aceptar la verdad objetiva de los hechos.
Su personalidad herida puede magnificar los sucesos o puede atribuir otras
causas al victimario. Es necesario que la víctima recorra un camino personal
(con la ayuda de personas cercanas o de terapias) para enfrentar la verdad como
es sin reducciones ni magnificaciones. De igual modo, el victimario no está
listo para pedir perdón cuando niega hechos, los minimiza o simplemente acepta
aspectos parciales de lo sucedido.
La comisión de acercamiento
Con
estas perspectivas, podemos ver los esfuerzos que han hecho los legionarios
respecto a los abusos cometidos, por el Fundador, por otros legionarios y por
la institución misma.
El
primer paso que se dio fue una “Comisión de Acercamiento” anunciada por el
obispo Velasio en una carta el 19 de octubre de 2010 e instituida mediante
decreto el 15 de enero de 2011 (ver imagen del decreto).
Álvaro
Corcuera comunicó a los legionarios que la
“Commissione per l'Avvicinamento”
dependía directamente del Delegado Pontificio para darle garantías de
“objetividad e imparcialidad” y su objetivo era “hablar” (sic) con las personas
que habían “solicitado acciones de parte
de la Legión a causa de hechos que guardan relación directa o indirecta con el
P. Marcial Maciel”.
Para
muchos, el modo de conformar dicha comisión y sobre todo el alcance de la misma
constituyó una afrenta más. El obispo Velasio fue muy enfático al señalar que
sólo se atenderían casos relacionados con Maciel y para ello eran las víctimas
las que tenían que acercarse a la Comisión. Al final, la comisión sólo llegó a
ser una especie de “ventanilla de reclamaciones” en las que se exigía que el
daño fuese de parte de Maciel y que no hubiera ningún litigio en curso entre
otros requisitos.
El
25 de enero de 2012, la Dirección General de los Legionarios informó que habían sido atendidas
todas las personas que habían contactado a la comisión y que cumplían “los
parámetros que el Delegado Pontificio había marcado”. El informe decía
textualmente: «La Comisión, más bien, ha
sugerido respuestas de caridad acompañadas por un apoyo material para ayudar a
superar experiencias dolorosas que las personas han referido y que de alguna
manera siguen afectando su vida. Por la delicadeza de las situaciones
personales y respetando lo que las mismas personas han pedido, el trabajo de la
Comisión y la información sobre la ayuda ofrecida se ha manejado con la debida
reserva. Los nombres u otros detalles no se harán públicos.».
Después
de la comisión del obispo Velasio no hubo ninguna otra acción concreta ni se
afrontó de manera integral el tema de las víctimas de la Congregación hasta el Capítulo
General de 2020.
Al
inicio del Comunicado Capitular de 2020, los legionarios mencionan “enfoques y
perspectivas” que habían iluminado todo el Capítulo. Dice textualmente el
primer enfoque: «el compromiso de buscar
la reconciliación con todos los que hayan sido heridos en su relación con la
Legión, y de propiciar la sanación de quienes han sufrido algún tipo de abuso y
que merecen nuestro respeto y apoyo».
El
enfoque presentó una actitud completamente cristiana en la que los Miembros del
Capítulo se dieron la oportunidad de asumir el “tú” victimario e iniciar un
camino para pedir perdón. Afirman tener un compromiso
de buscar la reconciliación; dicho
compromiso no tiene parámetros o requisitos especiales (como tenía la comisión
del obispo Velasio) sino que incluye a todos
los que hayan sido heridos en su relación con la Legión.
La
actitud y el enfoque del número 13 del CCG2020 es excelente. No se limitan sólo
a las víctimas de Maciel ni sólo a las víctimas sexuales, no circunscriben el
compromiso a un grado de daño o abuso, o exigen ciertos requisitos… sino que
hablan de todos los que hayan sido heridos.
Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te
acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti… (Mt.5,23)
Con
esa actitud y compromiso, para recorrer el camino de reconciliación sólo hacía
falta establecer un terreno común que diera inicio al diálogo tú-yo,
victimario-víctima. Con una actitud evangélica y de caridad, las personas se
acercarían paulatinamente y encontrarían sanación, no sólo las víctimas, sino
la misma Congregación.
El
compromiso de los Miembros del Capítulo para buscar la reconciliación con las
personas heridas por la Legión quedó plasmado en el documento «Conversión y
Reparación»
que inicia destacando el dolor que causan los comportamientos contrarios al
Evangelio. Después declara que los Capitulares reconocen que ha habido delitos
cometidos por “algunos” legionarios y por tanto, como representantes de la
Congregación “piden perdón a las víctimas de abusos y sus familias”.
That’s it! Esa es toooooda
la declaración para pedir perdón y prácticamente tooodo el compromiso de
reconciliación. ¿Dónde quedó el enfoque inicial del Capítulo?
En
el párrafo siguiente (no.2) , el documento incluyó el “yo” de varias víctimas que en su momento
advirtieron a la Congregación para corregir el rumbo de abuso sexual, de poder
y de conciencia de parte de Maciel y de otros legionarios. En el número 3 del
mismo documento, piden perdón (los Miembros del Capítulo) por la ceguera y
omisión que llegó a dañar la reputación de esos exlegionarios mencionados.
Los
miembros del Capítulo General NUNCA pidieron perdón por los abusos de
conciencia, NUNCA pidieron perdón por el abuso de poder o de autoridad hacia
esas víctimas o hacia otras, NUNCA pidieron perdón a quienes resultaron heridos
en su relación con la Legión. Y lo que es peor, los miembros del Capítulo ni
pidieron perdón a esas víctimas históricas por los abusos sexuales… ya habían
pedido perdón en genérico dos párrafos atrás.
Se
supone que los miembros del Capítulo General hablan oficialmente a nombre de la
Congregación y de cada uno de sus miembros, incluido el Fundador. Pero en el
documento «Conversión y Reparación» pareciera que sólo asumen el “tú” de quien
fue omiso y ciego a creer las acusaciones; es decir, ellos en cuanto Superiores
y autoridades en la Congregación. Textualmente dice el No.3 «Retractamos los juicios negativos,
institucionales y personales, sobre el carácter y las motivaciones de las
personas que presentaron acusaciones legítimas y necesarias. Hoy reconocemos
como profética su denuncia en favor de la verdad y la justicia (cf. Mt 5, 6). Pedimos perdón por nuestra ceguera y
omisión, que llegó a dañar su buen nombre, y les agradecemos el bien que
hicieron no solamente a nosotros sino a la misma Iglesia católica (…)»
Los
“Capitulares” sólo reconocieron una parte: Reconocieron la omisión por la
“ceguera y omisión” y asumieron indirectamente los hechos mostrados en el
informe. ¿Y el abuso de
conciencia? ¿Y el abuso de poder? ¿y otro tipo de abusos? ¿Y las personas
heridas? Ni siquiera llegaron a pedir perdón por las calumnias realizadas
contra las víctimas históricas.
Es
verdad que en el Comunicado Capitular del 2014 ya se
había pedido perdón (no. 272) por los comportamientos del Fundador, Marcial
Maciel, pero se trató de una declaración en la que los Capitulares reconocían
que Maciel nunca pidió perdón a sus víctimas.
La “comisión” de
Verdad de los legionarios
Un
Capítulo General no es una comisión de “verdad y reconciliación”, y por tanto las
declaraciones de perdón recogidas en el Comunicado son más un gesto simbólico
que introduce acciones específicas para buscar el perdón, la reconciliación y
la reparación.
Las
acciones específicas del Capítulo que manifestó el compromiso de reconciliar «todos los que hayan sido heridos» fueron
presentadas en el documento «Proteger y Sanar» (PyS).
De
entrada el documento PyS incluye en el subtítulo una restricción que choca con
la apertura mostrada en el número 13 del Comunicado Capitular; mientras que el
Capítulo General habla de todos los heridos, PyS indica que es para fomentar la
sanación reconciliación con las víctimas de abuso sexual.
PyS
dedica nueve párrafos para protocolos y principios de acción que buscan la
sanación y la reconciliación. Pero más allá de seguir el modelo chileno de
Augusto Pinochet esos párrafos no sólo tienen un control total de todo, sino
que además la Congregación se presenta a sí misma como juez y garante de
cualquier iniciativa.
En
esos nueve párrafos sólo hay una acción concreta en la búsqueda de la
reconciliación. En breve: En el §1 (num.3 de PyS) se comprometen a escuchar y
ayudar a las víctimas sexuales y sus familias. §2 hablan de órganos de escucha,
pero se limitan a una lista de teléfonos que incluyen con un enlace web. En el §3
“fomentar iniciativas” de justicia restaurativa, lo cual derivó en promover el
servicio de eshmá. El §4 dice que la
Congregación está dispuesta a pagar terapias y otras ayudas, pero no se define
nada. La única acción concreta (incluso el único verbo en los 9 párrafos
conjugado en futuro) está en el §5 y se refiere a seguir investigando; es lo
que equivaldría a una “comisión de la verdad”. El §6 es una continuación de la
acción anterior; es decir, el esclarecimiento de responsabilidades de los casos
de abuso sexual; este párrafo tiene una acotación que más adelante señalaremos.
Los §7 y §8 no incluyen ninguna acción de reconciliación, sólo hablan de
capacitación interna. El §9 establece que no pueden someter a las víctimas al
silencio con acuerdos mordaza; en realidad no es una acción de reconciliación,
sino una acción de no re-victimización.
Al
final, después de toda la propaganda y comunicados durante y después del
Capítulo General, ¿qué hay en claro?
Dos
cosas: una lista de teléfonos para atención a víctimas
y la declaración de que continúan internamente con la investigación. Es decir, no se puede
hablar de una “comisión de la verdad” porque no se tiene referencia de lo que
se investiga, de la metodología de la investigación ni de la imparcialidad u
honestidad
de los investigadores.
La
apertura y sinceridad mostrada en la parte inicial del Comunicado Capitular
continuamente viene acotada, restringida y mermada cuando se trata de llevar
las promesas a la acción. Un ejemplo claro es el §6 (PyS num.8) donde indican
que revisarán la negligencia o encubrimiento en el manejo de los casos de abuso
sexual; pero sólo de casos de acusación sustanciada. ¿Y quién determina si la
acusación fue sustanciada? La negligencia y el encubrimiento pueden presentarse
incluso en acusaciones “no sustanciadas”… Faltaría una comisión que
analizara los casos…
En
definitiva, el “esfuerzo” de «Proteger y Sanar» resulta fallido por falta de objetividad
y por incompleto… pero esto es un mal ya conocido en la Congregación. Ellos son
la medida con la que se miden a sí mismos.
El
Capítulo General a través de «Proteger y Sanar» pudo haber decretado la
erección de una comisión de verdad y reconciliación; en su lugar, ellos se
limitaron a presentar una lista de teléfonos para estar abiertos a la
escucha. De la ventanilla de reclamaciones del obispo Velasio, evolucionaron a
una lista de teléfonos y a la recomendación de un organismo del País Vasco que
tiene el mismo nivel de trasparencia que los legionarios.
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CG2020: Compromiso de reconciliación con todos los heridos por la
Legión |
En
el caso de los legionarios, podría pensarse que la vivencia religiosa sería un
elemento catalizador para facilitar un camino de reconciliación. Pero la
Congregación optó por seguir el camino chileno; es decir, primero trataron de
imponer un “borrón y cuenta nueva”; después debido a la presión mediática
publicaron un decreto que sólo sirvió para revelar lo que ya se sabe que son:
la medida de sí mismos.
Pero
los legionarios no estuvieron solos en este camino. La idea de ocultar el
pasado sin reconciliarse con él fue avalada también por el obispo Velasio de
Paolis. Textualmente él se negó a emprender una “cacería de brujas” y con ese apelativo a un
proceso de búsqueda de la verdad indicó con claridad su disposición subjetiva y
controlada hacia el bien de las personas y ultimadamente de la Congregación.
Mucho
se ha comentado la actuación del obispo Velasio de Paolis; pero sea cual fuere
la valoración que se dé a su gestión como Delegado Pontificio de la Congregación
fundada por Maciel, es un hecho que siguió una línea semejante a la de Augusto
Pinochet buscando dejar atrás el pasado mediante el uso de la autoridad sin
importar qué tan atroces hubiesen sido algunos hechos. Así, al negarse a la
verdad, Velasio de Paolis se convirtió también en un re-victimizador y en lugar
de sacar a la Legión del túnel, simplemente prolongó su
agonía.
El abuso sexual
como cortina
Debido
a que la presión social y eclesiástica fue mucha, paulatinamente primero con
Eduardo Robles-Gil y después con John Connor, los legionarios han venido aceptando
con mucha dificultad algunos hechos que han dañado a las personas.
Por
ejemplo, Eduardo Robles-Gil acepta que ha habido abuso de
conciencia y abuso de autoridad; dice en el protocolo DG-LC 2153-2018 al
presentar un breve análisis de la situación en las apostólicas: «Poca claridad en el discernimiento
vocacional, presuponiendo la existencia de un llamado y motivando
constantemente a los alumnos al seguimiento de la vocación religiosa en la
Legión».
¿Qué han hecho los legionarios al respecto de este reconocimiento?
En
otro párrafo del mismo documento, Robles-Gil afirma tímidamente las
dificultades que enfrentan los exalumnos de las apostólicas «es también un hecho que percibimos en algunos
jóvenes que han hecho esta experiencia formativa carencias, algunos en la
madurez afectiva, otros en el discernimiento vocacional que les han dificultado
afrontar con serenidad su futuro dentro o fuera de la Legión».
Es
decir, en una comunicación oficial del año 2018, los legionarios ya reconocen
que ha habido cierto daño por el simple hecho de haber pasado por un centro
vocacional. ¡Atención! No se trata de un daño absoluto ni de una experiencia
negativa total, no se trata de cancelar todo lo legionario ni de “demonizar”
toda la experiencia. “Numerosos grupos de alumnos se han beneficiado de la
formación” en la apostólicas dice el mismo párrafo. La mayoría de los
apostólicos han recibido muchos bienes, buena formación, ambiente sano, etc.
Pero las deficiencias formativas de los legionarios han causado cierto daño que
afecta más a unos que a otros.
No
todos los que han pasado por el centro vocacional podrían llamarse “víctimas”
(ni lo son), porque es un hecho que cada persona asimila, según su psicología y
su entorno familiar, las circunstancias.
El
punto importante a destacar es la conciencia que hay, incluso expresada en un
documento oficial, de que ha habido un cierto daño, dice Robles-Gil: «les han dificultado afrontar con serenidad
su futuro».
Con
esta conciencia, el Comunicado Capitular (no. 13) estableció el compromiso de
sanar a todas las personas heridas, pero no se concretó nada aunque el
secretario del Capítulo prometió que se afrontarían otro tipo de abusos después
del Capítulo. El Superior General, John Connor también dijo meses después, que
estaban analizando el modo de afrontar otros abusos. Han pasado 5 años, aún no
se ha hecho nada.
En
cierto sentido la Congregación ha usado el abuso sexual como cortina para
cubrir los demás abusos mucho más numerosos y mucho más difíciles de afrontar.
No
es de extrañar que se estigmatice a los legionarios como abusadores sexuales;
ellos mismos han propiciado tal imagen.
Los
legionarios tuvieron una oportunidad única de un nuevo comienzo, de una
auténtica renovación, de una metanoia.
Pronto concluirá el periodo del actual gobierno y no sólo los números
aparecerán mermados, sino también el ánimo y la identidad religiosa. La
Congregación se destruye a sí misma… se está destruyendo a sí misma al huir de
la verdad.
Los legionarios no son un estado o una nación al que puede sobrevenir una nueva
forma de gobierno, a diferencia de Chile, huir de la verdad es aniquilarse.
Después
de todo, como dice el aforismo “no se
puede pedir peras al olmo” (Mt.7,17) y “todo
árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego”. En la obra de
Maciel sigue habiendo buenos frutos, pero no son de la Congregación o de la
Federación, porque “el árbol malo da
frutos malos” sino ex opere operantis;
es decir, debido al fervor, rectitud de intención y santidad de tantos
cristianos relacionados con ella. Por ello Jesús usa la imagen del trigo y la
cizaña: hay frutos y hay heridos.
En
la naturaleza del olmo no está dar frutos, no debe ser echado al fuego mientras
esté sano; pero una congregación religiosa no es una multinacional, sino un
árbol puesto para dar frutos. A medida que los buenos cristianos con su fervor
se alejen de una institución que hiere y no reconcilia, los frutos dejarán de
verse y se sabrá que “ya también el hacha está puesta a la raíz” (Mt.3,10).