Parte 1 de 3
Este pasado 15 de septiembre, John Connor, envió a los legionarios una carta fruto de sus reflexiones personales. La carta contiene reflexiones importantes que son aplicables para todos quienes han estado en contacto con la Congregación o el grupo que se hacía llamar “Movimiento RC”[1]
El Saludo y la ocasión
La carta está fechada en la Solemnidad de la Virgen de los Dolores y John felicita a los religiosos con motivo de dicha solemnidad. También concluye sus reflexiones refiriéndose a la solemnidad de la que llama “nuestra patrona en el cielo”.
Ambos detalles son significativos. El número 7 de las Constituciones actuales dice que la Congregación está dedicada al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen de los Dolores. Sabemos que el nombre original de la Congregación era “Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús y de la Virgen de los Dolores” (Institutum Missionariorum Sacratissimi Cordis Jesu et Virginis Perdolentis).
Para John y los legionarios actuales, la solemnidad de la fiesta sirve para dirigir una carta porque el resto del año no hay nada en la espiritualidad que haga referencia a la Virgen de los Dolores. Y esto viene de origen pues en las referencias de la “historia” auto-hagiográfica el Sagrado Corazón “servía” para organizar rifas y recolectar fondos. En todo el acontecimiento fundacional no hay ninguna experiencia espiritual del Sagrado Corazón y mucho menos de la Virgen de los Dolores.
La mayoría de los legionarios desconocen la devoción de los Siete Dolores (y esto es algo eclesial, pues data del s. XI). Notamos pues una ausencia importante o lo que en su momento Michael Ryan llamó “huecos en la espiritualidad”.
Parte 1. Integrar nuestra historia
Así titula John el primer inciso de su carta, lo cual ya es significativo.
Desde el inicio ha habido problemas con la historia. Maciel narró una historia centrada en él mismo, Javier García redactó algo que denominaron “acta legionis” que eran una selección de hechos narrada de forma edulcorada. Recientemente se intentó integrar una historia oficial que es igualmente otra selección de algunos hechos narrada con bastantes prejuicios (bias en inglés).
Cuando John habla de la historia dice: “Han pasado ya más de diez años…”. Implícitamente habla de la historia de la Congregación a partir de la “renovación”; es decir como si la historia hubiera re-iniciado con la llegada de Velasio. Antes de Velasio la historia es un tabú; lo único que hay de ella es la referencia a “los delitos de nuestro fundador y de otros legionarios”.
Por eso los legionarios tienen problemas para “integrar su historia”. Hay un profundo negacionismo, no sólo como línea editorial, sino también como emplazamiento subconciente. Cuando John Connor habla de historia, sólo puede referirse a los últimos 10 años o poco más, porque lo anterior no está claro.[2] No es algo que se realice con malicia; más bien ha faltado de parte de los responsables proporcionar los medios adecuados para que los miembros puedan acercarse a la historia con transparencia.
Dice John. Cita textual omitiendo una parte: “Han pasado ya más de diez años de un proceso más intenso de renovación y reforma. (…) Así, institucionalmente, es tiempo de mirar hacia adelante y avanzar con determinación.”. En realidad siempre estamos avanzando hacia adelante en el devenir del tiempo; por eso la reflexión de John “es tiempo de mirar hacia adelante” implica que ha terminado el tiempo de “reforma” porque ya se tienen (cita textual): “nuevas Constituciones (…), Ratio institutionis y una Ratio studiorum (…) los Estatutos de la Federación Regnum Christi (…) tenemos un plan para los próximos años, Apóstoles según el Corazón de Cristo”… es decir, ya concluyó el tiempo de revisión, ahora hay que actuar.
Para muchos (incluso legionarios) esta invitación “hacia adelante” es un paso forzado y constituye una “fuga in avanti” puesto que, como acertadamente señala John de modo implícito en su carta, muchos aún no han “integrado la historia” en su vida personal y como decíamos, no necesariamente es culpa de ellos.
Dice John, compartiendo su reflexión con el Papa Francisco: Todos estamos invitados a “aceptar un camino de santidad que no esperábamos”. Y más adelante dice “No lo esperábamos y no lo pedimos”.
La frase es muy acertada y afecta no sólo a los legionarios actuales, sino a todos los que hemos estado en contacto con la obra de Maciel, sacerdotes exmiembros, exreligiosos, exsacerdotes, víctimas, bienhechores defraudados, laicos comprometidos o simplemente personas que estuvieron en algún proceso de cultivo o reclutamiento. No lo esperábamos… no lo pedimos…
Los discípulos de Emaús decían “nosotros esperábamos” (Lc.24,21); en cambio quienes han tenido contacto con la obra de Maciel tienen que decir “no lo esperábamos”. Por eso la mirada histórica de John es corta e insuficiente. Hablar de los últimos poco más de 10 años no significa prácticamente nada. Referirse al pasado como “los crímenes de nuestro fundador” es como negar la historia. Es necesario ”integrar” la historia desde el inicio y no sólo retazos de ella.
Ahora bien, aceptar “un camino de santidad que no esperábamos” implica en primer lugar el llamado de Dios a santificarnos en las vicisitudes de la vida, pero implica también reconocer que teníamos una falsa esperanza, que fuimos víctimas de un tremendo fraude, causado sí, por unos crímenes concretos, pero también magnificado por el silencio y la negligencia de la iglesia.
A miles de jóvenes que fueron reclutados se les mostró un camino de santidad que no era; la mayoría de ellos (hombres y mujeres) se alejó y siguió la búsqueda de la santidad en alguna diócesis o en la vida laical; algunos pocos permanecen. Pero TODOS estamos llamados buscar a Dios y ser santos a pesar de haber sido afectados, unos más, otros menos, por el evento histórico de un psicópata que fundó en la Iglesia, con la autorización de varios pontificados, una Congregación que no era el camino de santidad que esperábamos.
Los discípulos de Emaús esperaban que Jesús fuera el Mesías y los acontecimientos destruyeron su esperanza, por ello se alejaban. A quienes tuvieron contacto con la obra de Maciel, se les dijo que la Congregación era el “postrer esfuerzo del Sagrado Corazón” y que la Iglesia miraba a la Legión “con grande esperanza”… y los acontecimientos destruyeron la falsa esperanza.
John Connor sigue con su reflexión profunda cuando se pregunta el por qué y para qué del camino doloroso recorrido y la necesidad de dar testimonio asumiendo el “nuevo” camino de santidad.
Pero echa a perder la reflexión cuando cita la Ratio institutionis (el documento elaborado por David Abad compilando pedazos de aquí y de allá con bastante deje macielista). El número 113 que cita John dice: “La historia de nuestra obra es en sí misma un mensaje para los hombres de nuestro tiempo (…)”.
Eso sólo puede afirmarlo alguien que desconoce la historia de la congregación o alguien que conociéndola tiene tal sesgo cognitivo (en inglés cognitive biases) que la ve de una forma edulcorada.
¡Es una tremenda estupidez afirmar que la historia de la obra de Maciel es un mensaje de misericordia! Y esto sucede en parte por el sesgo cognitivo, en parte por la falta de conocimiento de la verdadera historia (los hechos reales sin narrativa editorial) y en parte por la formación superficial que tienen los legionarios. La historia de la obra de Maciel, en primer lugar habla del misterio del mal y por ende de la Providencia divina. Habla del misterio redentor de Cristo que saca bienes de males... Habla de Dios que conduce la historia y hace que todo coopere para el bien de los que le aman (Rm.8,28)
La valiosa reflexión de Connor sobre la santidad se devalúa cuando comienza a “mirarse a sí mismo” o en este caso a la Congregación porque en el fondo sigue equiparando la historia de la Congregación con la historia de la Iglesia[3]. Tristemente, no puede hacer otra cosa porque no ha podido superar el esquema mental en el que fue formado (recordemos que ingresó en 1991 y entre sus formadores se encuentran los reconocidos macielistas de núcleo duro, Corcuera, Solana y Delgado).
Sigue Connor y pregunta; cita: “¿Cuántos vemos nuestras heridas institucionales como testimonio del amor de Dios, que es más grande que el pecado?”… la frase merece un comentario.
¿Qué entiende un legionario por “heridas institucionales”? La respuesta es generacional; pero buscando un denominador común podemos decir (en el año 2021) que heridas institucionales significa tener un “fundador indigno”. Algunos más atrevidos añaden el escándalo por las víctimas históricas e incluso las consecuencias de los crímenes de algunos legionarios.
La óptica y la perspectiva son tremendas. El fundador indigno, las víctimas históricas y los abusadores reconocidos se ven como “heridas institucionales”. Es decir, la Congregación sigue siendo el eje en torno al cual rotan las personas y los acontecimientos. Los hechos se juzgan como “heridas” en función de cómo afectan a la institución. Esto no es algo que John Connor ha reflexionado o racionalizado, sino que brota espontáneo, tácitamente, en sus expresiones.
Qué distinto resultaría preguntar: “¿Cuántos vemos las heridas causadas a las víctimas como un testimonio…?”, “¿cuántos vemos a nuestros hermanos que han cometido un abuso como testimonio…?”, etc., etc. Si el eje no es la institución, sino las personas, el razonamiento es diferente.
Por eso por más que nos esforzamos resulta imposible ver como “testimonio del amor de Dios” el hecho de que un fundador, cual falso mesías sodomice a seminaristas. Ninguna persona con una conciencia recta llamaría “testimonio del amor de Dios” ocultar información para obtener una herencia. No puede de ningún modo llamarse “testimonio del amor de Dios” el fraude, la mentira, el engaño… mucho menos la drogadicción, el narcotráfico, la suplantación de identidad, el daño a terceros. ¿Acaso se puede ver el abuso sexual de menores como un testimonio del amor de Dios?
Sí, Dios es más grande que el pecado; pero nunca el pecado es un “testimonio del amor de Dios”. ¿Por qué, entonces, John habla de las heridas institucionales como testimonio del amor de Dios? Quizás porque él sólo mira 4 cositas, que sí fueron crímenes pero no tienen mayor trascendencia; no ha reflexionado suficientemente (y él está invitando a reflexionar) en el origen de la Congregación. Institucionalmente no se ha afrontado la historia, por eso siguen con la fuga in avanti soltando frases bonitas aderezadas con citas evangélicas.
Sigue John, cita: “¿Cuántos nos sentimos llamados a reparar por los pecados del presente y del pasado? (…) ¿No es esto parte de nuestra devoción al Sagrado Corazón?”.
Con estas dos preguntas retóricas, John toca uno de los aspectos fundamentales que muestra la carencia de raíces carismáticas en la obra de Maciel.
En la tradición de la Iglesia, la reparación (o consolación) es parte fundamental de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. En la Congregación de los legionarios lo único que se tiene de este aspecto es la adoración eucarística con “un marcado sentido de reparación” en torno al viernes primero y en el triduo de carnaval (Ratio Institutionis, 488). Ya el mismo Luis Garza Medina hacía referencia a esto en un ensayo para intentar explicar el origen de la espiritualidad de los legionarios y el Regnum Christi (Octubre de 2013).
La devoción de reparación no forma parte de la espiritualidad de la Congregación y las obras fundadas por Maciel, el actual superior general no apela a ello como parte de la propia espiritualidad, sino que usa una pregunta retórica. De hecho, salvo lo mencionado del número 488 de la ratio institutionis, no hay ninguna otra referencia.
[1] Recordar que como tal nunca fue reconocido por la Iglesia.
[2] El propósito de este artículo excede con mucho el tema de la historia de la Congregación de Maciel.
[3] Recordemos que Maciel tácitamente se comparaba con el Mesías y su obra con la Iglesia, algo que quedó duramente registrado en el Comunicado del Primer Capítulo General especialmente No.8
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