Sunday, September 26, 2021

Comentario a la carta de John Connor, LC (parte 2)

 Parte 2 de 3

 

El presente texto es una continuación del comentario a la carta de Connor. La reflexión anterior analizó los elementos que refleja la visión de Connor para “integrar la historia” de la Congregación y su base “carismática”.

 

El número 2 de la carta de Connor se titula: “¿Que nos falta? Conversión en hombres nuevos”. El primer párrafo de este segundo apartado se refiere a la conversión inicial y el seguimiento de Cristo. Sólo es una introducción para describir la situación actual en el segundo párrafo, el cual está lleno de significados.

Dice Connor “caminamos más lentamente” y luego señala una de las causas “Tal vez vemos a algunos de nuestros hermanos apartarse del camino y nos desalentamos”.

¡Atención al sofisma! Connor reflexiona sobre la situación actual y de modo inconsciente proyecta muchos condicionamientos internos propios de alguien formado por superiores del núcleo duro. Repasemos las ideas de los dos primeros párrafos…

El bautismo nos hizo hombres nuevos. La semilla bautismal creció hasta el momento de la conversión y seguimiento de Cristo; cita la carta a los Efesios y cita la edición actual de las Constituciones. Cambia de párrafo, ahora usando la imagen del camino donde se avanza lentamente. Constata cómo algunos compañeros eligen otro camino y eso causa desaliento en los que permanecen en la Congregación. Usa la imagen de los senderos al margen del camino como vías de distracción. Menciona el cuestionamiento a la ruta marcada por la falta de frutos.




Caminar lentamente

Lo primero que salta a la mente es la pregunta ¿a qué ritmo se debe caminar? ¿qué significa caminar lentamente? Si hablamos de la Congregación deberíamos tomar aquel leit motive “al paso de la Iglesia”, ¿no? Pero el contexto en el que Connor introduce esta imagen es la del camino de santidad y la propia conversión; por tanto el ritmo no es algo que pueda definirse a placer, sino que es Dios, el único autor de la santidad, el que marca el paso.

Evidentemente, la imagen del caminar más lentamente proyecta la actitud humana de cansancio y se refiere a la colaboración humana en la propia santidad. Hasta allí todo sería simple. Sin embargo los dos enunciados siguientes determinan la intención de Connor al señalar el cansancio en el camino. No puede tratarse de una exhortación a espabilarse en el camino de la santidad puesto que habla de una constatación causada por el desaliento, la distracción y la duda.


El desaliento

Caminamos más lentamente porque nos desalentamos. Nos desalentamos porque compañeros nuestros se apartan del camino. Este desaliento es muy humano, normal y en cierto sentido psicológicamente sano. Perder un compañero siempre causa tristeza y hasta desaliento.

Connor simplemente dice “apartarse del camino”. Y aquí late nuevamente el sofisma. El contexto es el camino de la santidad. Declarar que alguien se aparta del camino de la santidad equivale a decir que se fue a vivir como un libertino (Lc.15,13) o como diría el otro hijo “a devorar tu herencia con prostitutas” (Lc.15,30)…

El sofisma es claro. Connor inicia hablando del camino de la santidad e introduce en la imagen el camino en la Congregación. Lo que causa desaliento es perder compañeros que han salido, pero Connor usa la imagen para sutilmente estigmatizar a los que salen.

Recordemos algunas de las innumerables ocasiones en las que se ha condicionado el discernimiento con estos falsos razonamientos. Desde el reclutador que amenaza a los padres de un niño con el fuego del infierno, hasta la canción de Mocedades que ponían antes del verano en las apostólicas de España “Has perdido tu tren”. En la conferencia de Sylvester Heereman titulada “La recta final” dice que quienes salen lo hacen por pensar inadecuadamente y por falta de humildad, etc.

Si por un lado la tentación del desaliento es humana ante la pérdida de compañeros, por otro lado, no es correcto tergiversar ese sentimiento humano para sutilmente denostar a quienes disciernen seguir otro camino.

Quien se aparta de la Congregación, NO se está apartando del camino, está siguiendo su propio camino… que se hace camino al andar.

 

La distracción

Lo que se ha dicho del desaliento, puede decirse de la distracción. Es el mismo contexto y el mismo juego de imágenes. ¡Cuánto hubiera cambiado la sentencia de Connor si hubiera expresado la misma frase pero invitando a colocar la mirada en Cristo! No, sólo constata que hay muchos legionarios mirando senderos alternativos.


La duda

La duda es el preámbulo del desánimo en una vida de perfección (vida religiosa). Nos referimos a la duda inquietante y no a las interrogantes que exigen discernimiento. Pero John ya no se refiere del camino de santidad, ni a la santidad religiosa. Habla de la “ruta marcada”, es decir, del programa, guía y calendario, del “plan para los próximos años, Apóstoles según el Corazón de Cristo, que marca una visión y unas prioridades”.

El camino de la santidad nunca tiene una ruta marcada; por tanto Connor juega con el contexto de la conversión y la “fidelidad” al programa, guía y calendario. Muy sutil.

Después de este párrafo, Connor retoma la reflexión espiritual de la mano de San Ignacio y del P. Louis Lallement a falta de una espiritualidad propia.

 

La batalla espiritual

El tercer inciso de la carta es un retrato profundo de la Congregación en su momento presente. John retoma la reflexión espiritual pero vuelve a referirse al desaliento la distracción, la desconfianza, etc. Pero esta vez como obra del demonio.

El demonio ataca a la Legión con la tentación de no integrar la historia.

Sin negar la obra del demonio, el negacionismo de la historia obedece más a factores psicológicos, generacionales e ideológicos.

En cuanto a los factores psicológicos y generacionales es tarea de cada persona ayudados por la institución trabajar en superar los tabúes que se han creado con las esperanzas lastimadas. Ambos factores dependen mucho de contar con elementos que permitan hacer un juicio sano y verdadero sobre la historia. Por ello el factor ideológico es el que realmente determina la posibilidad de “integrar la historia”.

Es imposible “integrar la historia” sin la verdad completa. Por tanto, si se habla de la acción del demonio, han sido los mismos superiores quienes han hecho el juego del demonio al trastornar la verdad, ocultarla o colorearla.

La prueba de que los superiores han hecho el juego del demonio es la “discreción” con la que manejan la “versión oficial” de la historia. Públicamente sólo muestran cronologías escuetas tratando con algodones los eventos “delicados”. Realizan entrevistas (y las publican) para subrayar la línea editorial mientras que borran cualquier rastro de exmiembros que aunque fueron parte de la historia, ensombrecen la línea editorial. Uno de los ejemplos recientes más destacados es el “homenaje histórico” al Noviciado de Salamanca cuya versión oficial oculta a todo aquel que haya denunciado a Maciel. Imposible hablar de Salamanca sin mencionar a los hermanos Luis y Carlos de la Isla, ¿cuántos religiosos saben que las causas del incendio del ático fue un atentado contra Rafael Arumí? (Hecho que después narró Maciel apropiándose la victimización). En redes sociales se ha caracterizado el negacionismo histórico de la Congregación como “el ministerio de la verdad” (siguiendo a Orwell).

¿De qué sirve que John Connor exhorte a integrar la historia si él es parte de la negación[1]?

 

Carlos de la Isla, uno de los cofundadores "borrados"

 

El segundo ataque del demonio es precisamente uno de sus nombres: el diablo.

Diablo quiere decir el que divide. Ya desde la gestión de Corcuera habíamos señalado como la unidad artificiosa que mostraba la Congregación, se había roto. Ahora no sólo se muestra la división, sino que resulta problemática.

Connor es más consciente que Robles Gil del problema y se refiere a ello  como tentación del demonio. Habla de la división ideológica refiriéndose a quienes están atorados en el pasado y a quienes han abandonado las tradiciones en pos de una renovación. También habla de la división generacional, que es algo normal de todo grupo humano y que han enfrentado todas las Congregaciones.

Pero Connor habla de tentación del demonio, porque la división generacional tiene un componente ácido a diferencia de otras congregaciones. Dice John (citando a Ghirlanda) que  las generaciones mayores son «memoria sabia del Instituto»… ¿Cómo puede ser eso si la mayoría de “los mayores” encubrieron a Maciel y aquel que no lo hizo fue “encapsulado”? Luego habla de las generaciones jóvenes (siempre citando a Ghirlanda) diciendo que son “un eslabón en una cadena que trasmite”… ¿qué trasmite qué? ¿la inspiración carismática de quién?

El tercer ataque del demonio, según Connor, es la vergüenza. Pero los razonamientos de Connor envuelven sofismas; habla de “tentación” y presenta hechos. Los hechos son objetivos, la actitud que cada quién tome frente a los hechos será diferente como quien ve un vaso con agua a la mitad y unos dicen vaso medio lleno y otros dicen vaso medio vacío… pero Connor señala esto último como tentación del demonio.

Connor menciona tres hechos objetivos y de allí deriva algunas consecuencias. Los hechos son:

            * No tienen una historia inspiradora… de hecho ni siquiera hay claridad en la historia

            * No tienen un fundador santo… al contrario tienen un criminal

            * La Iglesia ya no confía en ellos… algo que han ganado con muchos méritos

De lo anterior Connor deriva las siguientes afirmaciones:

            * Dios ya no tiene a la Congregación como parte de su plan de redención.

            * Imposible “recuperarse” de una situación así

            * Sólo queda hacer cosas buenas

Todo lo dicho son VERDADES, pero Connor afirma categóricamente que son mentiras. Los primeros tres hechos son verificables objetivamente. En cuanto a las afirmaciones, resulta tremendamente pretencioso afirmar que uno mismo es parte del plan de redención[2].La segunda afirmación es también correcta, la Congregación de Maciel nunca recuperará el prestigio que tenía ni podrá jamás volver a tener el empuje y respaldo de que gozaba.

Connor llama a esto una mentira y exhorta a la confianza en Dios. Hubiera sido más sensato reconocer la objetividad de estos hechos, llamar a las cosas por su nombre y enfrentar la realidad con plena confianza en Dios.

¿Cuáles son los resultados objetivos de la situación actual de la Congregación? John ennumera varios y son el objeto de su desaliento:

 

·         Desconfianza en los demás. Los mismo legionarios señalan en sus cuchicheos (cosa que antes no pasaba) que John mismo desconfía de todos y basta la más mínima acusación para poner en entredicho la reputación de cualquier religioso.

·         Crítica estéril: Recordemos que la crítica constructiva no se permitió y Velasio y los Superiores aplastaron cualquier voz por más constructiva que fuera. ¿Qué les quedó? La crítica estéril.

·         Disminución de vocaciones: ¿Qué persona normal querría ingresar a una Congregación fundada por un psicópata y depredador sexual? Además, ¿qué testimonio de anti-caridad han dado una y otra vez hacia las víctimas que ellos mismos crearon? No sólo no debería haber disminuido el número de ingresos, sino que no deberían de tener ninguna vocación.

·         Laxitud en la observancia religiosa: Y esto es una consecuencia normal de la falta confianza en los superiores, que ellos mismos provocaron

 

Connor cierra el inciso reiterando el tema de la historia. “Tenemos una historia qué contar  Habría qué preguntarle a John: “Sí, ¿cuál? ¿la de la línea editorial aprobada o la verdadera historia? ¿la historia con la que los superiores han hecho el juego al demonio o la historia de la verdad que no huye de la luz?

 

C o n t i n u a r á



[1] Mencionamos que él es parte de la negación por conservar la línea editorial que data desde Maciel y que tanto Corcuera como Robles-Gil continuaron; es decir, revisar la historia, editarla y ofrecer una versión “inofensiva” a la imagen de la institución.

[2] No hace falta entrar en la discusión teológica de los instrumentos salvíficos o la participación en la propia salvación (S. Agustín Serm. 169 XI; PL 38, 923). La afirmación en la carta de John se refiere a una autoproclamación de la Congregación como “postrer esfuerzo del Corazón de Jesús” (Maciel)


Tuesday, September 21, 2021

Comentario a la carta de John Connor, LC

Parte 1 de 3

Este pasado 15 de septiembre, John Connor, envió a los legionarios una carta fruto de sus reflexiones personales. La carta contiene reflexiones importantes que son aplicables para todos quienes han estado en contacto con la Congregación o el grupo que se hacía llamar “Movimiento RC”[1]

           

El Saludo y la ocasión

La carta está fechada en la Solemnidad de la Virgen de los Dolores y John felicita a los religiosos con motivo de dicha solemnidad. También concluye sus reflexiones refiriéndose a la solemnidad de la que llama “nuestra patrona en el cielo”.

Ambos detalles son significativos. El número 7 de las Constituciones actuales dice que la Congregación está dedicada al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen de los Dolores. Sabemos que el nombre original de la Congregación era “Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús y de la Virgen de los Dolores” (Institutum Missionariorum Sacratissimi Cordis Jesu et Virginis Perdolentis).

Para John y los legionarios actuales, la solemnidad de la fiesta sirve para dirigir una carta porque el resto del año no hay nada en la espiritualidad que haga referencia a la Virgen de los Dolores. Y esto viene de origen pues en las referencias de la “historia” auto-hagiográfica el Sagrado Corazón “servía” para organizar rifas y recolectar fondos. En todo el acontecimiento fundacional no hay ninguna experiencia espiritual del Sagrado Corazón y mucho menos de la Virgen de los Dolores.

La mayoría de los legionarios desconocen la devoción de los Siete Dolores (y esto es algo eclesial, pues data del s. XI). Notamos pues una ausencia importante o lo que en su momento Michael Ryan llamó “huecos en la espiritualidad”.

 

Parte 1. Integrar nuestra historia

Así titula John el primer inciso de su carta, lo cual ya es significativo.

Desde el inicio ha habido problemas con la historia. Maciel narró una historia centrada en él mismo, Javier García redactó algo que denominaron “acta legionis” que eran una selección de hechos narrada de forma edulcorada. Recientemente se intentó integrar una historia oficial que es igualmente otra selección de algunos hechos narrada con bastantes prejuicios (bias en inglés).

Cuando John habla de la historia dice: “Han pasado ya más de diez años…”. Implícitamente habla de la historia de la Congregación a partir de la “renovación”; es decir como si la historia hubiera re-iniciado con la llegada de Velasio. Antes de Velasio la historia es un tabú; lo único que hay de ella es la referencia a “los delitos de nuestro fundador y de otros legionarios”.

Por eso los legionarios tienen problemas para “integrar su historia”. Hay un profundo negacionismo, no sólo como línea editorial, sino también como emplazamiento subconciente. Cuando John Connor habla de historia, sólo puede referirse a los últimos 10 años o poco más, porque lo anterior no está claro.[2] No es algo que se realice con malicia; más bien ha faltado de parte de los responsables proporcionar los medios adecuados para que los miembros puedan acercarse a la historia con transparencia.

Dice John. Cita textual omitiendo una parte: “Han pasado ya más de diez años de un proceso más intenso de renovación y reforma. (…) Así, institucionalmente, es tiempo de mirar hacia adelante y avanzar con determinación.”. En realidad siempre estamos avanzando hacia adelante en el devenir del tiempo; por eso la reflexión de John “es tiempo de mirar hacia adelante” implica que ha terminado el tiempo de “reforma” porque ya se tienen (cita textual): “nuevas Constituciones (…), Ratio institutionis y una Ratio studiorum (…) los Estatutos de la Federación Regnum Christi (…) tenemos un plan para los próximos años, Apóstoles según el Corazón de Cristo”… es decir, ya concluyó el tiempo de revisión, ahora hay que actuar.

Para muchos (incluso legionarios) esta invitación “hacia adelante” es un paso forzado y constituye una “fuga in avanti” puesto que, como acertadamente señala John de modo implícito en su carta, muchos aún no han “integrado la historia” en su vida personal y como decíamos, no necesariamente es culpa de ellos.

Dice John, compartiendo su reflexión con el Papa Francisco: Todos estamos invitados a “aceptar un camino de santidad que no esperábamos”. Y más adelante dice “No lo esperábamos y no lo pedimos”.

La frase es muy acertada y afecta no sólo a los legionarios actuales, sino a todos los que hemos estado en contacto con la obra de Maciel, sacerdotes exmiembros, exreligiosos, exsacerdotes, víctimas, bienhechores defraudados, laicos comprometidos o simplemente personas que estuvieron en algún proceso de cultivo o reclutamiento. No lo esperábamos… no lo pedimos…

Los discípulos de Emaús decían “nosotros esperábamos” (Lc.24,21); en cambio quienes han tenido contacto con la obra de Maciel tienen que decir “no lo esperábamos”. Por eso la mirada histórica de John es corta e insuficiente. Hablar de los últimos poco más de 10 años no significa prácticamente nada. Referirse al pasado como “los crímenes de nuestro fundador” es como negar la historia. Es necesario ”integrar” la historia desde el inicio y no sólo retazos de ella.

Ahora bien, aceptar “un camino de santidad que no esperábamos” implica en primer lugar el llamado de Dios a santificarnos en las vicisitudes de la vida, pero implica también reconocer que teníamos una falsa esperanza, que fuimos víctimas de un tremendo fraude, causado sí, por unos crímenes concretos, pero también magnificado por el silencio y la negligencia de la iglesia.

A miles de jóvenes que fueron reclutados se les mostró un camino de santidad que no era; la mayoría de ellos (hombres y mujeres) se alejó y siguió la búsqueda de la santidad en alguna diócesis o en la vida laical; algunos pocos permanecen. Pero TODOS estamos llamados buscar a Dios y ser santos a pesar de haber sido afectados, unos más, otros menos, por el evento histórico de un psicópata que fundó en la Iglesia, con la autorización de varios pontificados, una Congregación que no era el camino de santidad que esperábamos.

Los discípulos de Emaús esperaban que Jesús fuera el Mesías y los acontecimientos destruyeron su esperanza, por ello se alejaban. A quienes tuvieron contacto con la obra de Maciel, se les dijo que la Congregación era el “postrer esfuerzo del Sagrado Corazón” y que la Iglesia miraba a la Legión “con grande esperanza”… y los acontecimientos destruyeron la falsa esperanza.

 



 

John Connor sigue con su reflexión profunda cuando se pregunta el por qué y para qué del camino doloroso recorrido y la necesidad de dar testimonio asumiendo el “nuevo” camino de santidad.

Pero echa a perder la reflexión cuando cita la Ratio institutionis (el documento elaborado por David Abad compilando pedazos de aquí y de allá con bastante deje macielista). El número 113 que cita John dice: “La historia de nuestra obra es en sí misma un mensaje para los hombres de nuestro tiempo (…)”.

Eso sólo puede afirmarlo alguien que desconoce la historia de la congregación o alguien que conociéndola tiene tal sesgo cognitivo (en inglés cognitive biases) que la ve de una forma edulcorada.

¡Es una tremenda estupidez afirmar que la historia de la obra de Maciel es un mensaje de misericordia! Y esto sucede en parte por el sesgo cognitivo, en parte por la falta de conocimiento de la verdadera historia (los hechos reales sin narrativa editorial) y en parte por la formación superficial que tienen los legionarios. La historia de la obra de Maciel, en primer lugar habla del misterio del mal y por ende de la Providencia divina. Habla del misterio redentor de Cristo que saca bienes de males... Habla de Dios que conduce la historia y hace que todo coopere para el bien de los que le aman (Rm.8,28)

La valiosa reflexión de Connor sobre la santidad se devalúa cuando comienza a “mirarse a sí mismo” o en este caso a la Congregación porque en el fondo sigue equiparando la historia de la Congregación con la historia de la Iglesia[3]. Tristemente, no puede hacer otra cosa porque no ha podido superar el esquema mental en el que fue formado (recordemos que ingresó en 1991 y entre sus formadores se encuentran los reconocidos macielistas de núcleo duro, Corcuera, Solana y Delgado).

Sigue Connor y pregunta; cita: “¿Cuántos vemos nuestras heridas institucionales como testimonio del amor de Dios, que es más grande que el pecado?”… la frase merece un comentario.


¿Qué entiende un legionario por “heridas institucionales”? La respuesta es generacional; pero buscando un denominador común podemos decir (en el año 2021) que heridas institucionales significa tener un “fundador indigno”. Algunos más atrevidos añaden el escándalo por las víctimas históricas e incluso las consecuencias de los crímenes de algunos legionarios.

La óptica y la perspectiva son tremendas. El fundador indigno, las víctimas históricas y los abusadores reconocidos se ven como “heridas institucionales”. Es decir, la Congregación sigue siendo el eje en torno al cual rotan las personas y los acontecimientos. Los hechos se juzgan como “heridas” en función de cómo afectan a la institución. Esto no es algo que John Connor ha reflexionado o racionalizado, sino que brota espontáneo, tácitamente, en sus expresiones.

Qué distinto resultaría preguntar: “¿Cuántos vemos las heridas causadas a las víctimas como un testimonio…?”, “¿cuántos vemos a nuestros hermanos que han cometido un abuso como testimonio…?”, etc., etc. Si el eje no es la institución, sino las personas, el razonamiento es diferente.

Por eso por más que nos esforzamos resulta imposible ver como “testimonio del amor de Dios” el hecho de que un fundador, cual falso mesías sodomice a seminaristas. Ninguna persona con una conciencia recta llamaría “testimonio del amor de Dios” ocultar información para obtener una herencia. No puede de ningún modo llamarse “testimonio del amor de Dios” el fraude, la mentira, el engaño… mucho menos la drogadicción, el narcotráfico, la suplantación de identidad, el daño a terceros. ¿Acaso se puede ver el abuso sexual de menores como un testimonio del amor de Dios?

Sí, Dios es más grande que el pecado; pero nunca el pecado es un “testimonio del amor de Dios”. ¿Por qué, entonces, John habla de las heridas institucionales como testimonio del amor de Dios? Quizás porque él sólo mira 4 cositas, que sí fueron crímenes pero no tienen mayor trascendencia; no ha reflexionado suficientemente (y él está invitando a reflexionar) en el origen de la Congregación. Institucionalmente no se ha afrontado la historia, por eso siguen con la fuga in avanti soltando frases bonitas aderezadas con citas evangélicas.

Sigue John, cita: “¿Cuántos nos sentimos llamados a reparar por los pecados del presente y del pasado? (…) ¿No es esto parte de nuestra devoción al Sagrado Corazón?”.

Con estas dos preguntas retóricas, John toca uno de los aspectos fundamentales que muestra la carencia de raíces carismáticas en la obra de Maciel.

En la tradición de la Iglesia, la reparación (o consolación) es parte fundamental de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. En la Congregación de los legionarios lo único que se tiene de este aspecto es la adoración eucarística con “un marcado sentido de reparación” en torno al viernes primero y en el triduo de carnaval (Ratio Institutionis, 488). Ya el mismo Luis Garza Medina hacía referencia a esto en un ensayo para intentar explicar el origen de la espiritualidad de los legionarios y el Regnum Christi (Octubre de 2013).

La devoción de reparación no forma parte de la espiritualidad de la Congregación y las obras fundadas por Maciel, el actual superior general no apela a ello como parte de la propia espiritualidad, sino que usa una pregunta retórica. De hecho, salvo lo mencionado del número 488 de la ratio institutionis, no hay ninguna otra referencia.

 

C o n t i n u a r á


[1] Recordar que como tal nunca fue reconocido por la Iglesia.

[2] El propósito de este artículo excede con mucho el tema de la historia de la Congregación de Maciel.

[3] Recordemos que Maciel tácitamente se comparaba con el Mesías y su obra con la Iglesia, algo que quedó duramente registrado en el Comunicado del Primer Capítulo General especialmente No.8